Llevo 6 años escribiendo este ensayo
Una mirada a Noticia Bomba de Evelyn Waugh y otras cositas por el camino.
Hay algunos textos que no se quieren escribir. Pese a mis esfuerzos por redactarlos, en cuestión de minutos, horas o días, encuentro una razón para abandonarlos. Éste es uno de esos. El primer intento fue hace 6 años, cuando leí el libro por primera vez.
Por ese entonces, dudaba entre estudiar periodismo o economía; los dos ámbitos que más me interesaban en el colegio. Me inclinaba más por el primero porque mi viejo es periodista y me gustaba cómo sonaba eso, pero tras varios meses de consideraciones, concluí que el periodismo en sí, no era lo mío. Lo cambié por marketing.
Aún así, mantuve cierta ilusión con la idea de ser periodista, no licenciado por una facultad, sino por cosas de la vida. O a lo sumo, dedicarme a escribir de alguna manera. Acá me tienen.
Volviendo al libro, me lo leí en unos días, me senté frente a mi computadora y empecé a teclear. El primer borrador fue pésimo. Lo borré y empecé de nuevo. Y de nuevo. Y de nuevo. Todos esos borradores me trajeron hoy, a completar el ensayo que comencé hace 6 años.
La Noticia Bomba
Noticia Bomba (Scoop en inglés) es una sátira del tan brillante como despreciable, Evelyn Waugh. El escritor británico, de los grandes novelistas del siglo XX, era misógino, antisemita y cruel. Pero escribiendo, era un genio. Y si bien tiene muchas obras - que no he leído -, Noticia Bomba me atrapó desde un principio.
Corta, irónica, triste y absurda, ésta novela narra la historia de William Boot, un columnista del diario The Daily Beast, que escribía su sección semanal sobre naturaleza desde un rincón rural de Inglaterra, y termina siendo enviado - por error - a un país africano en guerra.
Mientras William escribía sobre somormujos y conejos, John Boot, un primo lejano, ganaba prestigio y reconocimiento en Londres como novelista. Tratando de impresionar a una mujer, John le pide a una amiga influyente que lo enviara como corresponsal de guerra a la nación africana (ficticia) de Ishmaelia, a trabajar para el Daily Beast. A raíz de una confusión, Lord Copper, dueño del periódico, envía a William Boot en su lugar.
Con nula experiencia como corresponsal, cero conocimiento político, y una incompetencia pronunciada, William viaja a Ishmaelia.
Dejaré el resto de la historia a los suficientemente interesados. Prefiero centrarme en los temas que llamaron mi atención al leer el libro. El primero, sobre los medios informativos, y el segundo sobre el personaje de William Boot.
Los medios y las fake news
¿Cuántas veces al día escuchamos sobre el peligro de la desinformación? En los medios de comunicación, a diario. En la universidad, por lo menos una vez por clase. Y si escuchamos un discurso de Pedro Sánchez o de Donald Trump, una docena como mínimo. Pero la desinformación, si bien presente en nuestras vidas y bastante difundida, no es nada nuevo. Me atrevería a decir que es tan vieja como el hombre - o la mujer -, ya que mentiras se han contado desde Adán y Eva.
Es más, contrario a la histeria generalizada, creo que nunca antes ha sido tan fácil verificar y desmentir la desinformación. Tenemos al alcance de nuestras manos la mayor enciclopedia del mundo para comprobar si lo que recibimos es cierto o falso, solo es cuestión de buscarlo. Ahora, que la tecnología sea utilizada efectivamente para desmentir la desinformación, es otra cosa muy distinta.
Bien. ¿Por qué hablo sobre la desinformación en este artículo? Porque en su libro, Evelyn Waugh satiriza con maestría el reportaje de los grandes periódicos:
“Una vez, Jakes salió a cubrir una de las revoluciones en una de las capitales de los Balcanes; se durmió en el vagón, se bajó en la estación de la ciudad equivocada (…) se dirigió a su hotel, y envió un telegrama de mil palabras describiendo una historia sobre barricadas en las calles, iglesias quemadas y el fuego de las ametralladoras mientras tecleaba…” (pg. 71)
Luego añade.
“Todo se veía tranquilo, pero (…) con Jakes escribiendo (…) sobre sangre y truenos a diario (…) Las acciones cayeron, estalló el pánico financiero, estado de emergencia declarado, ejército movilizado, hambre, rebelión, y en menos de una semana hubo una auténtica revolución, como Jakes había dicho. Ese es el poder de la prensa”. (pg. 71)
Como ilustra Waugh, los medios de comunicación mienten. No lo hacen con malicia o perversión, sino porque se trata de su modelo de negocios. Ellos informan a su público, sesgado por naturaleza humana, de acuerdo a sus creencias. Esto les asegura la fidelidad de sus clientes, y puede, con frecuencia, llevar al sacrificio de la verdad con el objetivo de satisfacer las demandas de la audiencia. Consecuentemente, la percepción del mundo es afectada por cómo y dónde se consumen noticias. Y los periódicos por su parte, cuentan con sus objetivos, sus pautas y sus motivaciones.
Esto no quiere decir que los medios mientan siempre. Como tampoco significa que no haya unos medios más objetivos que otros; pero a la hora de informarse, hay que entender cuáles son las motivaciones detrás de cada decisión editorial, elección de palabras o encuadre de noticias. Y sobre todo, tener en cuenta tus propios sesgos, y usar en la mayor medida posible, el pensamiento crítico y el sentido común.
El síndrome del impostor
Como dije antes, también quiero hablar sobre el protagonista de la novela: William Boot. Un periodista mediocre, triste y bastante inepto, aunque también inocente, puro e ingenuo.
A lo largo de la historia, se encuentra en situaciones a las que ni él mismo sabe cómo llega. Por esa razón, mientras leía sobre sus tropelías en Ishmaelia, en más de una ocasión, me sentí identificado.
Empaticé con su confusión e impotencia, y la sensación de ser sobrepasado por las circunstancias. Especialmente, con esa inseguridad de no ser totalmente capaz de afrontar los problemas que se presentan. Sin embargo, William Boot, nunca deja de esforzarse por llevar a cabo su misión, incluso si lo hace mal; - y lo hace bastante mal.
Infinidad de veces me he encontrado en situaciones donde dudo de mí mismo y mis capacidades. Me acechan pensamientos que me susurran, “¿A quién engañas? No puedes hacer esto”, y a veces se vuelven paralizantes. Tengo entendido que esto se conoce como Síndrome del Impostor.
Si supiera como lidiar con él, probablemente no lo tendría, pero sí tengo una serie de planteamientos que me ayudan a sentirme mejor. El primero es, que habiendo leído y conocido a toda clase de individuos con las más variadas personalidades, ocupaciones y capacidades, he notado que la gran mayoría experimenta inseguridades como ésta.
El segundo, y viene con un pequeño dejo de arrogancia, es que hay personas menos talentosas y experimentadas que yo, que por el simple hecho de atreverse a hacerlo, han logrado mucho más de lo que puedo imaginar.
Aclaro, no me considero particularmente excepcional en nada, sino uno más del montón. Pero hay muchísimos “del montón”, cuyo factor especial ha sido dar el primer paso cuando los demás no lo hicieron.
Y con esto, doy por concluido 6 años de pensar y dar vueltas a este ensayo. No será mucho, pero estoy enormemente orgulloso de haberlo logrado. Con ese espíritu, aprovecho para invitarte a hacer esas cosas a las que llevas tiempo dándole vueltas. Como suscribirte a esta newsletter, por ejemplo. Para terminar, si te gustó lo que leíste, compártelo con alguien a quien pueda interesarle.
Hasta la semana que viene,
Lucas.
Siempre me haces reír con tus escritos, Lucas. 😊 Y eso es algo que agradezco mucho. En éste último en concreto, aunque más serio que otros, me he reído con la ironía que has insertado en el pie de foto de los periódicos. Gracias, siempre! Eres un crack.
Enhorabuena por tu doble triunfo, por cierto (terminar tu ensayo, y además venciendo al maldito "síndrome". Bravo. 👏
Lucas estate contento al saber que has cumplido de esas cosas que se acomodan en un rincón de tu cerebro y cuanto mas pensamiento le das mas se enredan, hasta que finalmente logras sacarlas a la luz. Has dado ese primer paso que muchos no se atreven a dar, y eso es un gran motivo de orgullo.