Atrapar el alma del momento
Algunas postales de lugares bonitos a los que pude visitar este verano. Pero ojito que no es una guía turística.
Algunas culturas nativas americanas creían que las cámaras fotográficas atrapaban el alma cada vez que tomaban una foto.
Si bien hoy es una creencia inexistente, al igual que improbable, es fácil imaginar porqué pensarían eso. Aunque mi perspectiva se basa en una idea menos macabra y más idealizada, entiendo que de no haber visto nunca antes una fotografía - una réplica casi exacta de un momento ya vivido - sería casi razonable asumir que te estás enfrentando a algún tipo de poder sobrenatural que secuestra pequeños instantes de tu vida y los mantiene congelados e inertes en una mini celda de dos dimensiones.
Pero no. Yo personalmente pienso que es esa misma capacidad de capturar un momento en toda su esencia lo que la hace especial. Es cierto que lo atrapa y lo congela en una imagen inerte; pero al mismo tiempo, cuando se la inspecciona de cerca, cuenta una historia a todo aquel que esté dispuesto a escucharla. Y aprovechando que este verano me fui de viaje a Portugal, voy a hacer lo posible por contar las historias detrás de las fotos que tomé.
Porto
Comencemos por el elefante en la sala. O más bien, “el mejor destino urbano de los World Travel Awards del 2022” en la sala. Después de ver cómo los últimos dos o tres años, prácticamente todas las personas que conocía visitaban ésta ciudad, lo compartían en todas sus redes sociales, para luego comentármelo cuando me los encontraba, finalmente tuve la Oportunidad de conocer Oporto.
Esta ciudad tiene probablemente una de las mejores vistas urbanas de toda Europa. Incluso me atrevería a decir que si la contrastara con ciudades de otras partes del mundo, les haría la competencia o directamente ganaría. Es innegable que la postal que se puede ver desde el puente Luis I, suspendido sobre el Río Douro y uniendo la Vila Nova de Gaia con la Ribeira, es tan imponente como majestuosa.
Sin embargo, hay algo que ni la foto que comparto en esta newsletter ni las de los atardeceres de Instagram, te dicen sobre la vista desde el puente. Y es que el Ponte Luís I, está a una altura infartante, y cada vez que pasa el tranvía por el medio, se sacude como un anciano haciendo equilibrio sobre una slackline en la Barceloneta. La pasé mal cruzándolo. Lo digo sin una pizca de orgullo. Entre las oleadas de turistas caminando por los estrechos pasajes a cada lado del puente, y el movimiento sísmico ocasionado por cada paso del tranvía, yo me aferré a las barandas del puente como si mi vida dependiera de ello - en el momento, sentía que así era.
Tómalo como un aviso. Si no te gustan las alturas, llévate un arnés de escalada y no mires ni para arriba, abajo o a los costados. Cuando estés en tierra firme, ahí si. Toma todas las fotos que quieras, y déjate enamorar con la belleza del paisaje urbano. Que para eso viajamos.
Viana do Castelo
Si pasamos a las localidades más pequeñas que visitamos, tengo que incluir a Viana do Castelo. Allí tomé una de mis fotos favoritas en todo el viaje: la pequeña capilla que encontré en alguna de sus callejuelas. No sabría decirte el lugar exacto porque estábamos cansados e íbamos arrastrando los pies hacia el auto; pero al llegar a esa pequeña plaza y ver la capilla iluminada por el sol del atardecer como si del mismísimo Espíritu Santo se tratara, tuve que sacar la cámara y tomar esa foto rápido.
El estado ligeramente decaído de muchos de los edificios que vi en Portugal (o al menos en el norte), le otorga un aspecto de estancamiento en el tiempo a todos los lugares que visité. Sobre todo en las localidades más pequeñas donde veía edificios abandonados, fachadas resquebrajadas o despintadas y un aire de antigüedad que no hacía más que recordarme que estaba en un lugar con historia. Una historia que desconozco en su mayoría pero me precede y se seguirá escribiendo mucho después.
Cercana a la capilla vimos una tienda de textiles. Haciendo honor a la tradición manufacturera de Portugal, nos metimos a ojear un poquito lo que tenían para ofrecer. Nos recibió una viejita portuguesa que, a pesar de no hablar español, entabló con nosotros una de las conversaciones más emocionantes en todo el tiempo que estuvimos en Portugal. Nos dio su opinión de la injusticia que está teniendo lugar en Venezuela: “¡Maduro! ¡Un burro!” nos decía, y entre risas y gesticulaciones exageradas, le dábamos toda la razón. Diez euros nos costó uno de los manteles más bonitos que tenemos en casa. No lo leerá nunca, pero le mando mis mejores deseos a la viejita portuguesa antichavista.
Paredes de Coura
Cuando buscas “Paredes de Coura” en google, lo único que vas a encontrar van a ser fotos del festival Vodafone que se celebra cada año en el mes de agosto. También, si me conoces, sabes que los festivales me disgustan bastante. Así que entre la falta de información, y lo poco alentadora que era la que encontraba, yo tenía mis dudas sobre el lugar que establecimos como nuestra base por 10 días. Afortunadamente, estuve equivocado. Muy equivocado.
Empezando por el Airbnb donde nos alojamos. ¿Alguna vez te fuiste de vacaciones a un lugar perfecto? ¿a la casa de tus sueños? Pues eso mismo. Estuvimos en un espacio que se sentía como la casa ideal, con una vista bellísima a la montaña y el pueblo, una terraza súper amplia donde comer asado y jugar a las cartas; y hasta una piscina que te helaba los huevsos, donde nos refrescamos durante la ola de calor que azotó al norte. Por si fuera poco, los dueños se portaron increíble con nosotros.
(Sí, se puede ser un capitalista adinerado y ser buena persona al mismo tiempo).
Y si bien el pueblo en sí era pequeño, pudimos disfrutar muy brevemente de las fiestas patronales, aunque fuera solo por la decoración que se montaron, y la música lejana que me recordaba a las polcas alemanas que escuchaban mis abuelos en Santa Anita.
Sin embargo, si necesitas una razón más para visitar Paredes de Coura (más allá del festival Vodafone, las vistas, la tranquilidad, la amabilidad de su gente o sus polcas portuguesas), su río puede ser motivo suficiente. Lo compartí en Notes hace un tiempo, pero cuando vi la praia fluvial de Paredes de Coura, tomé la decisión inconsciente de que volvería a visitarlo en el futuro. La naturaleza, el rumor del agua siguiendo su cauce, las risas de los niños jugando, y los peces buscando atrapar a los pequeños insectos, lo convirtieron en un refugio del resto del mundo.
Como si allí estuviéramos solos, lejos de las preocupaciones del trabajo, el dinero, la política y todo lo demás que nos invade la paz y el pensamiento. Me quería quedar allí, aunque me dolieran los huesvos cada vez que me sumergía en el agua. Aunque sintiera el fango y el lodo escurrirse entre los dedos de los pies, dando ese repelús que se siente al tocar el fondo del río; me vi a mi mismo, en un futuro, trayendo a mis hijos para mostrarle ese lugar que se sintió mágico por unos momentos. Así que si, si alguna vez necesitas una razón para ir a conocer Paredes de Coura, te la dejo en este post.
Os Gatinhos
Soy una persona de perros. Toda la vida lo he sido y sospecho que siempre lo seré. En general, me parece que son mejores compañeros, más cariñosos y juguetones que los gatos. Que por ahí tu gato es justo la excepción, y se porta como un perro (¿necesito decir más?), pero - lo digo con respeto a todos mis amigos gatunos - la última vez que chequeé, el mejor amigo del hombre sigue siendo el perro.
Habiendo dicho esto, me considero alguien de mente abierta, y estoy más que dispuesto a reconocer la belleza, la ternura, y la gracia que pueden causar los gatos. Por ese mismo motivo, cuando vi un grupo de 6 o 7 gatinhos desparramados por el pueblo de Valença, a veinte minutos de la frontera con Galicia, y con un cartel indicando explícitamente que nao se puede tocar os gatos, quise poner un grito en el cielo.
¿A qué monstruo se le ocurriría dejar unos gatos a la intemperie, indefensos, con sus patitas de colores; y pretender que nao los toque? No sé, pero no me gustaría vivir en un lugar así.
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Gracias por llevarnos contigo a Portugal, ha sido un viaje sensorial muy agradable. 😊 El final me ha hecho reír, estirando la broma dos gatinhos a todo lo que daba. 😄🙏🏼
¡Qué lugar! ¡Y me gusta como colorizas tus fotos!