Durante buena parte de mi vida, Estados Unidos fue mi norte. No sólo porque geográficamente, desde mi país austral, se encontraba arriba nuestro (aunque a un continente de distancia), sino también porque social y culturalmente, los argentinos miramos mucho a los Estados Unidos.
Esto puede sonar extraño para muchos, argentinos inclusive, considerando que EE.UU. es visto generalmente como el país capitalista por excelencia, mientras que la Argentina ha sido, hasta hace apenas unos meses, la antítesis de este modelo. Pero basta con mirar la historia, y observar un poco el comportamiento y el imaginario cultural de mis paisanos para darse cuenta de que muchas similitudes hay ahí.
En un punto de mi adolescencia, estuve increíblemente cerca de mudarme a Miami. Mis padres ya habían encontrado casa, colegio, un gimnasio y hasta un club donde podría seguir jugando al rugby -, pero por cosas del destino cancelamos la operación a último minuto. La vida me llevaría por otros caminos, y años más tarde terminaría en Barcelona, donde me encuentro actualmente.
Naturalmente, con el paso del tiempo, España se fue asemejando más y más a un hogar (semi)permanente, si es que hay algo así en mi vida. Como resultado, me he acostumbrado al estilo de vida mediterráneo: sencillo, despreocupado y en buena parte, hedonista. En su máxima expresión, la vida en España se siente como un comercial de Estrella Damm: amores de verano, amigos pasándosela de la concha de la lora, fotos hermosas, y cada momento se vuelve inolvidable. No por nada, todos los años llegan millones de personas de todas partes del mundo a probar, aunque sea por un tiempito, este estilo de vida tan codiciado.
Ahora bien, en tanto que he disfrutado enormemente las tardes de verano en una terraza compartiendo una cerveza con amigos, o las mañanas frente a la playa, escuchando las olas del mar, saboreando sin apuro el olor del océano y observando con curiosidad el comportamiento de los guiris, reconozco que una parte de mí, de mis ambiciones, nunca se alineó completamente con lo que veía y escuchaba a mi alrededor. Una parte que buscaba algo diferente, y quería ir un poco más lejos de simplemente pasármela bien y vivir en el momento.
Antes de comenzar te pido por favor, querido lector, no malinterpretes esta nota como una crítica o una alabanza a un estilo de vida. Sino más como una observación de alguien que aún no está seguro de lo que quiere en la vida, y como una recién comprometida, se pasea por los escaparates soñando con probarse todos los vestidos antes de decidirse por uno.
Tampoco estoy haciendo un análisis económico o social. Precisamente quiero evitar referirme a los puntos estrictamente económicos, políticos o sociales para enfocarme más en el contacto humano que he tenido en cada lugar.
Vamos al lío.
Hace pocos días regresé de pasar unas vacaciones en Miami, visitando familia y amigos. Fui de turista, pero no de la ciudad, sino de la vida de las personas cercanas a mí que allí vivían. Observando sus rutinas (sin ser muy creepy, espero) y conversando con ellos sobre sus vidas y ambiciones.
Estamos hablando mayormente de gente joven, veinteañeros y treintañeros, aunque incluyendo por supuesto a sus progenitores y familiares más sabios y experimentados. En cuanto a demografía, mientras estuve allá, me vi con el mismo tipo de gente, es decir que las edades de las personas con las que me relaciono en España y allí, son similares por no decir las mismas. Lo mismo con su nivel de educación, sus entornos familiares, su posición económica… Vamos, que si los ponemos a unos en el lugar de los otros, probablemente estarían en posiciones muy cercanas.
Sin embargo, hubo una cosa que noté de inmediato al llegar. Una actitud y una mentalidad muy distinta a la que estaba acostumbrado. El contraste era tan grande que se me hizo muy evidente el cambio de latitud. Esa diferencia se notaba principalmente en las ambiciones y proyectos de vida respectivos de un lugar y de otro.
En Miami, me transmitían unas ganas insaciables y motivadoras de llegar muy lejos. De lograr sus objetivos con un horizonte distante pero muy definido. Uno de estos amigos, tan solo un par de años mayor que yo pero casi triplicándome en experiencia laboral, me comentaba que estaba ahorrando e invirtiendo con el objetivo de comprar su primera propiedad. Según sus cálculos lograría su objetivo antes de los 30.
Por otra parte, otro un poco más mayor que el anterior, me explicaba cómo su empresa de arquitectura estaba negociando con varios clientes de distintas partes del mundo, dándome detalles de cifras y conceptos que superaban con creces mi entendimiento. Aún así me tuvo fascinado.
Una chica bastante joven (menor que yo), estaba luchando para sacar adelante su carrera mientras trabajaba para una vez acabados sus estudios, si no antes, independizarse por completo.
Por último, y el que más me impactó, fue el de un chico de apenas diecinueve años, a quien el prospecto de estudiar una carrera universitaria le sonaba tan atractivo como una hamburguesa de lombrices a punto medio, por lo cual optó dedicar su tiempo (bajo la condición obligatoria de sus padres) a desarrollar un plan de negocios para un emprendimiento de camisetas. Su business plan contaba con muchísimo más detalle e investigación que mi trabajo final de grado.
Al comparar las conversaciones y la mentalidad de mis amigos americanos con los propios españoles, noté que en los primeros predominaba una apariencia (si no una realidad) de madurez en cuanto a prioridades y objetivos. Al menos en el aspecto financiero y profesional. Sus preocupaciones eran mucho más largoplacistas en contraste con mis conocidos en España. Y valoraban mucho su trabajo, hasta el punto de sentir orgullo por lo mucho que habían logrado y pretendían lograr.
Mis conclusiones
Ahora, como dije en un principio, estoy haciendo una observación, no una competencia para definir un vencedor. Lo que uno tiene al otro le falta, y vice versa. Son filosofías de vida y modelos sociales (a falta de una palabra que mejor los defina), muy diferentes y con objetivos y ambiciones prácticamente opuestas.
No estoy haciendo una apología al sueño americano. Tengo muy claro, porque lo he visto con mis propios ojos, que la vida en Estados Unidos es muy dura, sacrificada e incierta. Lo que sí he notado y es un aspecto que se diferencia de las conversaciones que he tenido en España, es que los que allá migraron, ven en el trabajo una fuente de orgullo, así como el camino necesario para alcanzar sus sueños; y deciden asumir la responsabilidad de lograrlo por su cuenta. No de recibirlo por arte de magia o con ayudas, sino de sudarlo y alcanzarlo mediante su esfuerzo.
¿Estoy diciendo que los españoles son unos vagos que no les gusta trabajar?
No.
Sé de muchísimos españoles o personas criadas aquí que trabajan muy duro, tienen grandes ambiciones, y se enorgullecen de lo que hacen. Sin embargo, como sociedad, los mediterráneos suelen tener un código diferente que afecta su relación con estas cuestiones.
Cantidad de veces que, al mencionar que tengo familia en Estados Unidos donde trabajan mucho, me responden con una mirada que denota pena o indignación por ellos. Como diciendo: “pobrecitos, no saben lo que es vivir bien, salir del trabajo a las cinco, tomarte unas cañitas al sol, y descansar los domingos”, pero lo que no entienden es que, los que migran allá, no están buscando eso. Están buscando una vida mejor a costa de su esfuerzo, y están dispuestos a hacer el sacrificio para su futuro y el de sus hijos.
Entonces, ¿estoy diciendo que EE.UU. es mejor que España?
Es la misma respuesta a todas las preguntas: depende. ¿De qué depende? de según como lo mires, todo depende.
Pero en serio, depende. Si estás buscando un lugar donde tu trabajo sea tu misión, donde quieres que cuanto más esfuerzo pongas en algo, más alto sea tu retorno sobre esa inversión, y donde no te miren feo por decir que te gusta poner el aire acondicionado, entonces EE.UU. es un mejor lugar que España. Ahora, si quieres salir de fiesta, conocer gente nueva de todas partes del mundo, irte por un mes de vacaciones y recorrer Europa, no te vas a ir a Tampa, pensarías en venir a Barcelona.
Lo mismo si quieres formar una familia, donde tus hijos jueguen por horas en el parque, se diviertan con sus amigos en la piscina municipal, y puedan pasar los fines de semana con sus padres, tíos y abuelos; Madrid u Oviedo serían buenas ideas. La calidad de vida en España es envidiable y posiblemente no se pueda igualar a otros países similares. Por otro lado, si te interesa tener el último iPhone, o tu propio carro 4x4 con la última tecnología CarPlay, o estás buscando una casa en los suburbios con piscina propia y losa radiante, será mucho más fácil para ti sacar un crédito en Citibank o Bank of America, que hacerlo en el Banco Sabadell.
Y así se podría estar todo el día. La conclusión es que todo en la vida tiene un coste de oportunidad. Para lograr algo que te propongas, tendrás que sacrificar otra cosa. Es cuestión de decidir que es más importante para vos, en un determinado momento de tu vida. Yo he sido (y soy) muy feliz en España, y en el futuro próximo no tengo pensado moverme. Aún así, tras este viaje, me he obligado a replantearme algunas cuestiones con respecto a que es lo que quiero lograr en mi vida.
Escribo esto siendo muy consciente que ni el uno ni el otro son perfectos, y cuentan con sus ventajas y desventajas. También, es muy probable que existen lugares mucho mejores para cualquiera de las dos cosas, y quien sabe, tal vez incluso para llevarlas a cabo al mismo tiempo. No tengo dudas de que mis prioridades y pensamientos cambiarán como ya lo han hecho hasta este momento.
No quiero idealizar nada, tan solo me estoy planteando estas preguntas a través de mi newsletter porque me gusta compartir mis ideas con el mundo. Así me sienta como un náufrago tirando un mensaje en botella al océano de internet.
Lucas,
llevo 7 meses que me mudé a Atlanta y estoy muy contento con el cambio.
Sí, ha sido muy difícil, porque culturalmente el latino es mucho más trabajador que el gringo. Pero eso no quiere decir que el latino es más productivo.
A mí me ha costado mucho bajar las revoluciones de cómo trabajo, pero es verdad que en el mundo corporativo, está más relax.
La historia cambia en el mundo de emprendedores. Es una mentalidad muy americana. A veces me da envidia, pero muchas otras estoy contento con trabajar en un horario fijo y recibir mi salario puntual.
Ni hablar de los precios ridículos del sistema de salud, que eso me da para un ensayo completo.
Así como lo dices tú, y Jarabe de Palo, todo depende.
Me ha gustado mucho tu reflexión, Lucas.
Yo siempre he dicho que EEUU va 20 años por delante nuestra en muchos aspectos. Como los que tú magníficamente comentas. En todos sitios se cuecen habas, como decía mi abuela, pero yo prefiero mil veces el manido «sueño americano» que lo que tenemos en España, donde emprender y fracasar no está bien visto, según sea el caso. Los americanos en ese sentido son más optimistas. Si se caen se levantan, no hay mal que por bien no venga. Pero aquí nos hundimos en la miseria como las cosas no salgan bien a la primera.
Resumiendo, es como todo en la vida, se trata de buscar lo que mejor nos venga a cada uno de nosotros, según nuestros valores y objetivos en la vida. Nada es mejor y nada es peor. Depende de la situación de cada uno. Supongo.
Gracias por estar. ❤️