Lecciones de un parque de dinosaurios
A sus científicos les preocupaba tanto ver si podían hacerlo, que no se pararon a pensar si debían hacerlo
Una de mis películas favoritas desde que tengo memoria, y que encendió mi chispa curiosa y pasión adormecida pero latente por los dinosaurios y el mundo animal, fue Jurassic Park (o Parque Jurásico, según de donde me leas). Estoy hablando de las originales, no la bazofia que hicieron con Chris Pratt, Dios lo bendiga, y esos velociraptors que domina con el poder de la Fuerza.
La película original, por si fuiste criado por una manada de lobos, cuenta la historia de John Hammond, un excéntrico magnate multimillonario que, gracias a los avances de un equipo de científicos del más altísimo nivel, financiados por sus arcas inagotables, logran clonar dinosaurios extrayendo los restos de ADN de unos mosquitos preservados en ámbar. Una vez clonados y revividos con éxito, Hammond crea un recinto en una isla de Costa Rica que haría las veces de zoológico, pero en lugar de elefantes, cebras y leones, allí se exhiben Dilofosaurios, Struthiomimus, Triceratops, Argentinosaurus e Iguanodones. Y Tiranosaurios Rex, por supuesto.
El asesor legal de Hammond, Donald Gennaro, le aconseja reunir a un grupo de expertos para evaluar la seguridad del parque antes de abrirlo al público. Al no faltarle los medios, Hammond contacta al prestigioso paleontólogo Dr. Alan Grant, la paleobotánica Ellie Sattler, y al matemático y mujeriego “rockstar”, Ian Malcolm. Llegados a la isla, viendo los dinosaurios campando a sus anchas como quien no se extinguió nunca, los expertos quedan atónitos y maravillados; pero pasado el shock inicial, que a día de hoy no he superado, comienzan las preguntas incómodas.
Es este punto del guión que hace, en mi humilde opinión, a esta película una genialidad absoluta, y un producto incomparable con las tragedias que le siguieron protagonizadas por Chris Pratt. El matemático playboy, Ian Malcolm, cuestiona con dureza la moralidad del experimento financiado por Hammond.
Malcolm - ¿No ve el problema inherente de lo que está haciendo aquí? El poder genético es la fuerza más increíble del planeta y usted la maneja como un niño que ha encontrado el revólver de su padre. Le diré cuál es problema con el poder científico que usa aquí. No le costó ninguna disciplina adquirirlo. Leyeron lo que hicieron otros y dieron el paso siguiente. No lograron el conocimiento por sí mismos, de modo que no se hacen responsables de lo que pueda ocurrir. Imitaron a los genios para conseguir algo lo más rápidamente posible. Antes de saber lo que tenían, lo patentaron, lo metieron en una caja y lo vendieron.
Hammond - Creo que no está reconociendo nuestro valor. Nuestros científicos han hecho cosas que nadie antes había conseguido.
Malcolm - Sí, pero a sus científicos les preocupaba tanto ver si podrían hacerlo, que no se pararon a pensar si debían hacerlo.
La base del cuestionamiento de Malcolm está en si sería correcto jugar a ser dioses. El ser humano tiene una capacidad increíble de creación, aprovechando los recursos disponibles a su alcance, de una manera que ninguna otra especie ha tenido en la historia. Aquello no significa que todo lo que podemos hacer, sea lo que debamos hacer. Y Jurassic Park nos demuestra de manera muy gráfica y evidente que, en ocasiones, la ambición del hombre puede terminar siendo el motivo de su caída. Cómo Ícaro que voló demasiado cerca del sol, Hammond sufrió las consecuencias de una mala planificación, falta de seriedad a la hora de tomar decisiones importantes, y de su impaciencia alimentada por avaricia.
El Síndrome del Parque Jurásico
Este problema no es exclusivo a la ficción. Juan Soto Ivars describe el “síndrome del Parque Jurásico” para referirse a ciertas tecnologías cuyas consecuencias, al momento de ser desarrolladas, no se tuvieron en cuenta. Él asegura que, a efectos prácticos, la tecnología puede llegar a tomar sus propias decisiones, independientemente de la intención del que las crea. El ejemplo más dramático es el de la bomba nuclear.
En la carrera por derrotar a los japoneses, los norteamericanos crearon un monstruo con la capacidad de cambiar la historia en cuestión de segundos. Y la usaron con una efectividad sin precedentes, ya que tan sólo una semana después de detonarla por primera vez, los japoneses se rindieron.
Pero la caja de Pandora ya estaba abierta, y desde ese entonces, nueve países tienen la capacidad de desatar un daño irreparable de tan solo tomar la decisión. De igual manera, se podría argumentar que justamente gracias a este invento tan devastador, el incentivo para involucrarse en un conflicto bélico mundial con otras potencias nucleares, es mucho menor. Pero ni es una garantía, ni somos quienes para asegurar que el costo fue justificado.
Otro ejemplo que se me viene a la cabeza, infinitamente menos dramático pero aún así preocupante, es el de las redes sociales. Estas plataformas nos prometían un futuro utópico donde desaparecerían las distancias que nos separan del mundo. Se suponía que iban a crear una red infinita de conexiones, abriéndonos a todo un universo de posibilidades, donde nuestros amigos estarían siempre al alcance de nuestra mano. La realidad es otra muy diferente. Hoy somos más antisociales que nunca.
Se ha vuelto normal ver a familias enteras, grupos de amigos, o parejas, pasar tiempo “juntos” pero sin levantar la vista de sus teléfonos y sin emitir palabra. Cómo explica
, no compartimos con los demás, simplemente nos exhibimos. Por si fuera poco, numerosos estudios demuestran una relación directa entre el uso excesivo de redes sociales por los jóvenes, con mayores niveles de ansiedad, depresión y dificultad para concentrarse. Sin contar con el sinfín de dinámicas negativas que han surgido a raíz de las interacciones en estas plataformas, como el ghosting, el FOMO, el doomscrolling, el cyberbullying, el lovebombing, el lurking o el doxxing, por mencionar unas pocas. Sinceramente, dudo muchísimo que fuera esto lo que Mark Zuckerberg tenía en mente.Aún así, tal vez sea posible que surja una red social con ese optimismo y espíritu de comunidad que caracterizó de los primeros años de Facebook e Instagram. Creo que
presenta un concepto, como mínimo interesante, de una plataforma así. O sin ir más lejos, el mismo Substack, puede que sea no una red social per se, pero tiene muchas funciones de comunidad interesantes que, al menos de momento, no te hacen sentir como un adicto a la dopamina barata.Con estos ejemplos en mente, temo que el síndrome del Parque Jurásico pueda ocurrir con la inteligencia artificial. Nos encontramos frente a una tecnología que tiene el potencial de superarnos en casi todos los ámbitos productivos, y de la que no estoy seguro que entendamos del todo - probablemente esté asumiendo sin conocimiento de causa, pero ya me entienden. En muchos aspectos, podrá reemplazarnos con relativa facilidad, y si bien podría mejorar nuestra calidad de vida, volvernos más productivos, y encaminarnos en una era de (mayor) abundancia; lo mismo podría condenarnos a un futuro mucho menos esperanzador, donde el hombre pasa a segundo plano. O posiblemente no termine pasando casi nada, como ya lo comenté hace unos meses. De todas formas, solo el tiempo lo dirá.
¿Qué hacer frente a los grandes descubrimientos?
No soy ningún pesimista, ni mucho menos reacio al progreso. Estoy muy dispuesto a abrazar el desarrollo económico y tecnológico que nos ha traído tan lejos, y considero que todos deberíamos hacer lo mismo. Es gracias a éste desarrollo que vivimos más, padecemos menos enfermedades, hemos erradicado la pobreza absoluta en casi todo el mundo; tenemos más conocimiento que nunca, miles de maneras de ganar dinero, conocer gente nueva, viajar por el mundo, estudiar cualquier cosa desde la comodidad de casa, o escribir una newsletter como ésta sin importar donde te encuentres. Y esto es solo una fracción de lo que tenemos a nuestro alcance. Nuestros antepasados no podrían imaginar siquiera la manera en la que vivimos, y por mucho pesimismo que vemos y escuchamos en el día a día, estoy seguro que cualquiera de ellos daría lo que fuera por tener tantas oportunidades.
Aún así, hemos de ser precavidos. Considero que ahora más que nunca, debemos prestar especial atención a la moral. Hemos de pensar en las consecuencias de los productos que elegimos y demandamos. Aplicar el pensamiento crítico, aprender de nuestra historia, y leer o escuchar a los grandes pensadores - antiguos y contemporáneos.
En la película, Hammond pregunta: ¿frente a un descubrimiento como éste, cómo podemos no actuar?; y pienso que si tenemos la posibilidad de revivir dinosaurios (o mamuts, como ya se está haciendo), curar más enfermedades, mejorar nuestra calidad de vida, y la del planeta; deberíamos hacerlo pero no sin antes cuestionarnos si es lo correcto y si vale la pena. Constatar que estamos creando algo valioso para la humanidad, y no simplemente siendo codiciosos.
El progreso existe y es deseable, pero depende de bajo qué condiciones. Pese a las preguntas más que justificadas de Malcolm, creo que podemos tener nuestros Jurassic Parks, siempre y cuando exijamos que se rija y atenga a unos principios, que nosotros mismos tenemos que seguir.
Hasta la próxima,
Lucas.
Muy interesante Lucas! No sé si has leído sobre CRISPr, pero estamos cada día más cerca de poder editar nuestros propios genes a gusto, y ahí sí que que el dilema moral que enfrentaremos será abismal.
Muchas gracias por la mención 🙌🏻
Gran película Lucas. Y bonita carta.
A mí hay algo que me encanta del personaje de Ian Malcolm, y es la teoría del caos. Es en la que se sustenta para poner todo en duda, y al final, razón no le faltaba. Me encanta la escena (https://www.youtube.com/watch?v=0XQ-SqZlaMs) en la que explica la teoría del caos en la mano de la paleontóloga, dejando caer gotas de agua. Luego el Doctor Grant sale del coche, salen los todos del coche y se que queda él sólo diciendo algo como: «...aquí estoy ahora hablando sólo, eso, eso es la teoría del caos.» 😂