Antes estábamos mejor
Si estamos tan bien ¿por qué sentimos que todo se está yendo al carajo?
¡Saludos mis neandertales!
El otro día (como mi newsletter) desperdiciaba mi corta vida mirando shorts de Youtube, cuando me encontré con unos personajes que me causaban tanta gracia como extrañeza. Se trataba de influencers de comportamientos muy peculiares, donde el concepto es rechazar lo moderno.
Unos tipos de un aspecto entre Dave el Bárbaro y George de la Selva, corriendo descalzos por prados y bosques, trepando y saltando entre las copas de los árboles, alimentándose de plantas, insectos y otras delicias de ambigua consistencia, e incluso se despiojándose en grupos de individuos semi, o completamente, desnudos. No juzgo cómo se ganan la vida otras personas, y si estas actividades los llenan de salud, felicidad y energía, bienvenidos sean. Tampoco descarto que hayan descubierto un secreto milenario que nos iluminaría la existencia, y admiro su dedicación y destreza física.
Pero - porque siempre hay un pero - considero que parte del mensaje que predican se basa en una idea equivocada, o como mínimo, desorientada.
Ésta es, que antes estábamos mejor.
Sí, antes, cuando subsistíamos a base caza y recolección, y vivíamos expuestos a la intemperie, los animales salvajes, y los bandidos. O cuando las mujeres de la aldea cuidaban los niños mientras los hombres marchaban a la guerra por orden de un monarca refugiado en su castillo. O cuando nuestros bisabuelos trabajaban de sol a sol desde los 8 años, mientras alguno de sus once hermanos perecía ante la gripe de temporada, sin antibióticos para curarle.
En ese antes, estábamos mejor.
La idealización del pasado, asumo, es una respuesta al avance tecnológico desenfrenado, y al éxito de nuestro sistema capitalista que nos tiene con la panza llena y con tiempo libre para reflexionar sobre nuestra existencia. No obstante, en prácticamente todas las métricas, podemos decir que estamos mejor que nunca.
Steven Pinker, profesor de psicología en Harvard, compila en una de sus obras, Enlightenment Now, una serie de datos que demuestran cómo nuestra calidad y esperanza de vida han mejorado enormemente. La pobreza extrema se encuentra en mínimos históricos, desde casi un 90% en 1820 a un 10% en el 2015. También, la sanidad y la educación son mucho más accesibles en el mundo.
Vivimos en tiempos de paz sin precedentes, con mayor libertad, igualdad, y seguridad en casi todos los sentidos. Estamos mejor, no a pesar, sino gracias a nuestros avances en ciencia, tecnología y sociedad. Una hazaña más significativa cuando tomamos en cuenta que la población mundial se ha triplicado en los últimos 75 años.
Si tuviéramos que elegir un momento de la historia para nacer, lo más seguro es que elegiríamos éste. La alternativa es menos esperanzadora de lo que aparenta:
De haber nacido en Europa antes de 1940, sufriríamos grandes guerras, caeríamos enfermos y posiblemente muertos ante la polio, el sarampión, o la gripe. En cambio, de nacer en el tercer mundo, estaríamos bajo el yugo de una dictadura militar o un imperio colonialista, con buenas chances de vivir en la pobreza y la marginalidad. Incluso en el mejor de los casos, viviendo en el seno de una familia adinerada en un país libre, nuestra calidad de vida sería relativamente inferior a la de una persona de clase media en la actualidad.
Estos escenarios suenan peores con respecto a los peligros que, a la mayoría de nosotros, nos acechan día a día. Esto no significa que el progreso sea absoluto. Aún existen problemas importantes y personas que no tienen acceso a las maravillas de la modernidad, sufren en la pobreza, la guerra y el hambre; pero para el grueso de la humanidad, no ha habido un mejor momento.
¿Y si todo está tan bien, por qué sentimos que todo se está yendo al carajo?
En papel, tenemos un nivel libertad inaudito: nuestras necesidades están cubiertas, podemos elegir todo tipo de productos adaptados a gustos y colores, tenemos más tiempo libre, contamos con todas las comodidades, y muchas de las experiencias antes inaccesibles, están al alcance de nuestra mano.
Sin embargo, en la práctica, esta novedosa libertad resultó en una parálisis de acción y una suerte de crisis existencial.
¿Qué hacer con nuestro tiempo? ¿Qué comprar en las rebajas del Zara? ¿Dónde viajar éstas vacaciones? ¿Qué te gustaría estudiar? ¿Dónde te gustaría vivir?¿De qué te gustaría trabajar?...
Algunas de estas preguntas pueden tomar años en ser respondidas, si es que lo son, y generan ansiedad y preocupación.
Los Titiriteros de la modernidad
Hay otros elementos que en mi opinión han limitado y degradado progresivamente la forma en la que vivimos nuestras vidas. El Estado y la clase política, por un lado, y por otro, diría las redes sociales pero en mi opinión, el monstruo que se esconde detrás de la máscara son los algoritmos.
El Estado moderno responde a una necesidad de organizar la vida pública y garantizar el orden. Desafortunadamente, degeneró en una máquina de control, vigilancia y corrupción, dedicada a moldear la vida de la gente a los intereses de quiénes se encuentran en el poder. (Que sí, ya sé que el poder incluye lobbys y corporaciones).
Si bien me mantengo firme en mi creencia de que con menos Estado, mayor libertad y consecuentemente más maneras de prosperar, aquellos que piensen lo contrario, es decir, que el Estado justifica una presencia mayor en nuestras vidas, estarían de acuerdo conmigo en que bajo las condiciones actuales y con la clase de dirigentes que tenemos, el balance final es negativo.
Otros argumentarían que el problema no es el Estado, sino la degradación de la democracia, pero yo los encuentro inseparables. Más allá de lo que opinen, les recomiendo un análisis excelente de
sobre la decadencia de la democracia.
En segundo lugar, las redes sociales fueron, brevemente, espacios inocentes donde compartir con familia y amigos; pero la proliferación de los algoritmos acabó convirtiéndolas en una fuente de insatisfacción, adicción dopamínica, e ideologización. (Como ya mencioné acá.)
Como el Estado, los algoritmos han ido moldeando nuestro comportamiento y nuestras creencias, pero a una escala mucho más intrusiva y preocupante, llegando a conocernos mejor que nosotros mismos. Empujándonos en direcciones específicas, nutriendo nuestros miedos e inseguridades, pero también nuestros gustos e intereses, creando unas burbujas invisibles de contenido adaptado a satisfacer cada una de nuestras expectativas. Así, eliminan nuestra capacidad de mirar más allá, mientras se llenan los bolsillos de quienes los controlan. Que sospecho yo, ni ellos mismos saben lo que hacen.
En este mismo cajón metafórico, incluiría los medios de comunicación (de los que hablé en otras ocasiones), que sirven la información acorde a sus incentivos. Resulta que sembrar el miedo y la división entre los consumidores de noticias, alimentando ciertos intereses políticos y sociales, demostró ser un método muy efectivo a la hora de captar audiencia y generar tráfico.
Si a esto le sumamos la ridícula “batalla cultural” que ambos supuestos bandos de la sociedad están tan entrañados en librar - una guerra que no lleva a ningún lado, y no tiene víctima otra que el conocimiento y el sentido común - se vuelve cada vez más entendible el por qué nos sentimos cómo nos sentimos.
No existe esa pelea entre el bien y el mal, y el hecho de que podamos coexistir en una sociedad donde personas tienen opiniones diferentes y no nos matemos por ello, es una bendición de la que deberíamos estar inmensamente agradecidos (amiga, date cuenta).
Conclusión
Mi objetivo no es minimizar los problemas del mundo - que los hay -, ni pretender que todo está perfecto, simplemente quiero poner en perspectiva la singularidad de nuestro tiempo. Debemos apreciarlo porque no hay certeza de su perpetuidad, así que disfruta tu libertad, saca provecho de lo que tienes, embárcate en proyectos, viaja por el mundo, escribe un libro, una newsletter (o como mínimo, suscríbete a esta), pero no caigas en las trampas de nuestra modernidad y aléjate del pensamiento apocalíptico, la radicalización y la bendita batalla cultural.
Por último, para lidiar con este pesimismo existencial, te recomiendo un hábito muy sencillo que me gusta aplicar a mi vida, y es la única respuesta que puedo dar con toda esta incertidumbre: no te tomes las cosas muy en serio.
Si estás leyendo esto, estás en una posición increíblemente privilegiada, así que en vez de preocuparte por todo lo que te falta, mira a tu alrededor, y ríete un rato porque no te tocó tan mal.
Recomendación de la semana
- No, no estoy llorando, solo se me metió un Walter en el ojo.
Cualquiera que haya migrado, va a entender lo que sentí al ver este video.
Eso es todo por hoy. Si te pareció mínimamente interesante y te gustaría recibir más artículos como este, te invito a suscribirte poniendo tu correo en la cajita de abajo. Mando un correo así todos los miércoles.
Hasta la próxima,
Lucas.
Hay veces que leemos un escrito y tenemos la sensación de que podía haberlo escrito uno mismo. Eso me ha pasado con este post. Concuerdo con lo que comentas. Debemos caer en la autocomplacencia? Claro que no, hay cosas que van mal, y evidentemente son cosas que mejorar. Pero tampoco debemos caer en la hipocresía, al final seguramente como dices la mayoría elegiríamos vivir esta época que otras pasadas. La abundancia de bienes, el ocio, las condiciones y oportunidades laborables, la disminución de la pobreza, la actual prosperidad económica, la libertad, igualdad y demás derechos fundamentales que se tienen en Occidente... Todo eso son razones para estar orgullosos.
Por otro lado, me gustaría bucear en lo que comentas sobre el Estado. Es bueno o malo? Bueno, creo que ni una ni la otra. Debemos tener en cuenta que el Estado está dirigido por personas, que tienen intereses, les mueven determinados incentivos, eligen en función de sus expectativas sobre el futuro y les afectan las mismas pasiones que al resto. Son individuos, algo que parecemos olvidar cuando vemos la política, la sociedad o la economía desde una metodología holística. Si es cierto que el Estado es un agente fundamental, tiene la labor de hacer cumplir la ley, de organizar el conjunto de instituciones políticas y económicas que favorezcan la prosperidad y el crecimiento económico y debe velar por la seguridad de los ciudadanos. Pero por otro lado, existe el problema de la extralimitación de sus funciones, que es una visión que creo que compartimos. ¿Por qué me gusta recalcar la importancia de limitar el poder estatal y la existencia de unos importantes contrapesos? Porque la arbitrariedad del poder es mucho más peligrosa que cualquier influencia que otros (p.e. grandes corporaciones) pueden actuar sobre nosotros. Por ello es fundamental que el pueblo este a salvo del riesgo de que el poder se torne arbitrario. Por eso la degradación de la democracia nos perjudica, puesto que el control democrático es un contrapeso fundamental en los Estados modernos.
Considero también que, salvo en determinadas circunstancias, los individuos son los que mejor comprenden como utilizar los medios a su alcance para conseguir sus fines. Como organizar sus recursos y su riqueza para obtener aquello que su esfuerzo y trabajo les permita. Porque como consideraba Hayek, cuánto más espacio tiene el Estado de planificación, más difícil se le hace al individuo su planificación. Y ya advirtió que la libertad económica precede a la política, por eso es tan importante vigilar la creciente planificación económica de muchos Estados occidentales...
Por último, pero no menos importante, muchas gracias por recomendar mi trabajo. Lo siento como un verdadero apoyo a mi trabajo y te lo agradezco. Un placer leerte como siempre Lucas.
Esa foto es La puerta de la fuerza, en Sepúlveda!