¡Saludos, mis arrepentidos!
Los psicólogos suelen recomendar vivir una vida con pocos arrepentimientos. La existencia es, de esa manera, más simple y placentera. Y si bien es una ambición mía, mantenerme estoico frente a las decisiones que la vida - o yo - pueda tomar por mí, he de reconocer que se me hace difícil no pensar en el pasado con cierta culpa.
Me lo dicen mucho. Tengo la mala costumbre de darle vueltas a lo ya transcurrido, por más que no reciba satisfacción alguna, ni utilidad por ello. Debe ser el motivo por el que me fascina la historia.
Leía hace un par de noches sobre un tipo viajando a la parte amazónica del Brasil, a Manaus, donde pasaría unas noches en la selva ingiriendo ayahuasca. El resto del relato no viene al caso, porque mientras leía esas líneas, recordaba mis propias experiencias en el Amazonas. En 2018 pasé diez días en la selva amazónica peruana, donde me arrepentí de una decisión que me persigue hasta hoy en día.
Uno de mis arrepentimientos más grandes
Los que me conocen, saben de mi fascinación por la naturaleza, la flora y la fauna; y en este lugar se encuentran copiosas cantidades de cada una de ellas. Leyendo sobre el viaje inducido por la ayahuasca, a la luz de la luna, acompañado por los insectos chirriando y anfibios croando; recordé la noche que me senté con las piernas cruzadas sobre mi bolsa de dormir y me mantuve en silencio dejándome envolver por la jungla. Escuché toda clase de sonidos emitidos por criaturas que jamás he visto y nunca más veré. Sentía que, al igual que yo percibía toda esa energía, ella me percibía de vuelta. Todo esto sin consumir un solo psicoactivo.
Me quedé en mi trance hipnótico por lo que se sintió como horas, pero no serían más de unos quince minutos.
Al rato, se acercó el guía junto a varios de mis compañeros, empuñando las linternas en las manos. Nos preguntó a los que parecíamos despiertos, si nos interesaba dar un paseo por los alrededores del lago para ver el amanecer. Les dije que no. Que prefería quedarme en la incomodidad de mi bolsa de dormir.
Al rato cerré los ojos, me recosté y dormí hasta las 7 de la mañana. Mis compañeros que acudieron al despuntar del alba, hablaron durante el desayuno de la belleza del astro reflejado sobre las aguas envueltas en neblina, asomándose tímido sobre el laberinto interminable de árboles tupidos. Describieron los cantos característicos de pájaros multicolores, y los aullidos espeluznantes de los monos en la distancia. Algunos aseguraron ver pequeños caimanes escurrirse en las orillas del lago, desapareciendo sin dejar rastro bajo el manto de agua turbia.
Yo cambié esas imágenes por un par de horas de sueño maltrecho. Hasta el día de hoy me arrepiento.
Aprender de mis errores.
Por fortuna o ignorancia, no tengo muchos ni grandes arrepentimientos. A pesar de mi mala costumbre de reflexionar sobre el pasado, estoy feliz con la mayoría de mis decisiones. No obstante, lo que percibo con más claridad cuando voy experimentando cosas nuevas, es que los arrepentimientos que más duelen son aquellos en los que no fui consciente del momento que vivía.
Ya fuera una amistad perdida al darla por sentado, un buen trabajo renunciado por ambiciones superficiales, o un viaje que no disfruté como era debido; o más triste e irreversible, un ser querido que ya no está y no visité lo suficiente.
No comparto esto contigo para entristecerte. De eso ya hay suficiente. Lo hago para recordarte - y a mi mismo también - de ser consciente el momento que estás pasando. De animarte a aprovechar las oportunidades que se presentan, pero siempre saboreando el presente.
Y sobre todo, a recordarte que si te ofrecen dar un paseo de madrugada por la orilla de un lago en el Amazonas, salvo que quien lo proponga sea guerrillero, no dudes en aceptarlo. De lo contrario podrías arrepentirte.
Como yo lo hice.
Hasta la próxima,
Lucas.
Soy de la idea de que no vale la pena arrepentirse porque esas experiencias me han traído a donde estoy y a lo que soy. Me gusta mi versión.
Sin embargo, en los últimos años me he encontrado muy nostálgico ante esos momentos que disfruté de adolescente y joven adulto. Me da nostalgia porque sabía que la estaba pasando muy bien y sabía que eso iba a acabar.
Ahora mi vida es más tranquila, afortunadamente, pero a veces extraño esos días de desenfrene sin preocupaciones.
Fijate, Lucas, yo sólo me arrepiento de las cosas que no hice. De aquello que hice y me equivoqué, no me arrepiento porque aprendí muchísimo.
Creo que esas oportunidades que dejamos pasar porque como tú dices, no estamos siendo conscientes de lo que queremos en ese momento, se convierten en un interrogante al que no podremos responder nunca. Un tren que pasó y que ya no sabremos dónde nos hubiera llevado.